San José, Costa Rica. 1977. Poeta. Ha publicado los libros Carta sin cuerpo (2001), Arrullo para la noche tóxica (ediciones de 2005 y de 2006, esta última en Ciudad de México), Vehículos pesados (ediciones de 2009 y de 2010), Cine en los sótanos (2011), Prefiero ver estática (2012), Riviera Paradise (2014), Crooner (2015); Antiguas Tareas. Cuatro testamentos parciales (Poesía reunida 2001-2011) en el año (2015) y Prusia (2017). Asimismo, compiló parte de sus tres primeros trabajos en Modelo T. Antología personal 1999-2009 (Catafixia, Guatemala, 2010). Ganador del Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en 2011 y 2017. Es, así mismo, facilitador del Taller-Laboratorio Tráfico de influencias y this site, más recientemente, del programa piloto del Taller de Creación Literaria para la Municipalidad de Heredia, Costa Rica.
Esencias
Que me perdone Süskind
si recuerdo mal,
si digo y no es así
que las mujeres huelen naturalmente
a solo tres perfumes:
almendra, menta o clavo.
Yo mismo dudo que esto sea así
pues la mayoría de mujeres
por las que daría todo
llegan oliendo rico, tal vez a jabón o a manzana
y terminan oliendo conmigo
a cerveza, a agua sucia o a veneno.
Me cae que esto es por mi gran culpa.
No creo que las mujeres
terminen oliendo así solo con quererlo
o nada más con la distancia.
El Gran Panteón Amoroso
(…pensando en las calaveras de José Guadalupe Posada)
La muerte es una cosa descabellada.
La carne y el hueso
en los que tanto creímos,
por los que tanto hicimos,
con los que con tanto amor amamos,
se van…
Y se van solos, calavera y fémur,
esternón y lengua, al barril infinito
de la tumba.
Por mi parte yo no cabré jamás en mis cenizas.
No seré un muerto fácil.
Solo extrañaré a cinco o a seis
mujeres entrañables.
(Reservo sus nombres
para el día en que me vaya).
No hay nadie más solo que un difunto nuevo.
Los que ya llevan un rato
comprendieron, se acompañan…
¿Cómo puedo vivir en un lugar
en la que abundan los muertos?
Porque ya lo dijo Salvatore Quasimodo:
“cada hombre está solo en el corazón de la tierra”.
Misoginia
No es que te odie.
No es tan sencillo.
Es un rencor adquirido
con los años.
Es una variación del odio
lo que te tengo.
Una punta de odio.
Y al mismo tiempo
un iceberg de odio.
Un talón. Una colilla.
Una píldora de odio.
Porque te odio y fijate que te odio
toda la mañana insalubre,
toda la tarde apestada
y parte de la noche, tan escasa.
Y el amor que te profeso.
Y el amor autónomo y maniático
y postrante y efusivo y sintomático
y fatigoso y lerdo y apurado que te tengo,
como dijo Galileo,
sin embargo, se mueve.