Balam Rodrigo -México-

Villa de Comaltitlán, Soconusco, Centroamérica, 1974. Exfutbolista, biólogo y diplomado en teología pastoral. Autor de veinticinco libros de poesía, los más recientes: Logomaquia (Puerto Rico, 2012), Braille para sordos (México, 2013), Libro de sal (México, 2013), El órgano inextirpable del sueño (Guatemala, 2015), El corazón es una jaula de relámpagos (España, 2015), Desmemoria del rey sonámbulo (México, 2015), Iceberg negro (México, 2015), Bardo. Pequeña antología (Chile, 2016), Silbar de mirlos para la hermusa (México, 2016), Sobras reunidas (antología de poesías & pensamientos inútiles) (México, 2016), Colibrije (México, 2017), Marabunta (2017) y Libro centroamericano de los muertos (México, 2018). Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, portugués, zapoteco, polaco y francés, y aparecen en antologías, revistas y diarios de México, así como en publicaciones de Alemania, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, España, Estados Unidos, Francia, Guatemala, Honduras, México, Perú, Polonia, Portugal, Puerto Rico y República Dominicana. Su obra ha merecido diversos reconocimientos, entre otros: Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2012, Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 2014, Premio Nacional de Poesía José Emilio Pacheco 2016, Premio Nacional de Poesía Amado Nervo 2017 y Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2018. Miembro del Sistema Nacional Creadores de Arte de México.

LAS ORILLAS DEL MUNDO (viaje en bus con mi padre desde Quetzaltenango hasta Frontera Talismán)

 

Unos días antes habíamos cruzado el río […]

 

(Veo la canoa, la veo, de dos remos,

y al canoero de los muertos,

con la mano en la pértiga).

 

[…] Delante de tu tumba no veo

el agua que corre como lavatorio en la puerta de los muertos.

Óscar Oliva

1.

La tarde moría y era una madre de niebla con la cabeza recostada en el temblor del mundo. El bus descendía sin freno hachando valles de serpiente y galerías de helechos arborescentes. En la radio voces que apagaban el cigarro de su murmullo en el cenicero de los oídos; la canción de Los Bárbaros en voz de Waldo Reyes segaba el follaje de nuestra charla con su filo. Padre, vos cantabas esa canción bajo las tejas de la casa en medio del incendio del verano que apretaba los ojos con crueldad y más de cuarenta grados de sal brotando de los poros; tu voz inmensa opacaba la luz como una antorcha de sombra eclipsando el medio día de Soconusco: “yo sé que tu amor es un castigo…”. Mazo de cuchillos en boca del estómago, los recuerdos llegan truncos como gajos de un cuerpo desmembrado y desperdigado en las zanjas de la carretera. Tu rostro que sonríe viaja a mi lado en la carretera hacia Frontera Talismán y los intermitentes rumores del descenso no me abandonan del todo: la radio del bus insiste con el volumen agudo y mercantil de un pastor pentecostal poseído por espíritus de bibliolatría; el sermón de su evangelio de prosperidad es un fruto rojo que se pudre en las manos vacías de hombres y mujeres trashumantes. Padre, vos y yo viajamos a Tapachula sin saber si llegaremos, si el pan de trigo silvestre que llevamos en bolsas de plástico rendirá su olor de leña en la taza de café mientras repartimos en la mesa los escasos denarios del alba y su miserable luz con mi madre y mis hermanos. Los dos miramos la ventanilla y callamos el costal de tristezas que nos embarga; olemos a cansancio, destilamos el mismo tufo a hiel que golpea la nariz con humores de calle y de mercados. Afuera inicia la noche y es menos negra que el humo denso que arrastra el viento al silbar la canción de zafra en los cultivos: las cañas gotean lenguas de aguamiel antes de morir abrasadas en los ingenios de azúcar. Aspiramos el aire espeso y caliente que trae los dulzones fermentos de la pulpa de café mientras reposa en el patio de las fincas. Luces agonizantes y lámparas de petróleo parpadean y aluzan el mar de láminas de zinc que ondula su tormenta en los techos miserables de las aldeas. Todas las sombras que deambulan aquí lo hacen encorvadas, afantasmadas: llegamos a la frontera, a la orilla muerta del mundo, al río que lleva el cansancio de los migrantes a cuestas y nos devora con las fauces llenas de rabia. La noche no miente y esconde su anémico rostro detrás del nuestro: atravesamos las aguas del río y al alcanzar el otro lado del silencio los perros aduanales nos miran con odio, aúllan y enseñan sus colmillos afilados en la usura: hemos llegado a ningún lugar. Antes de iniciar este viaje incendiamos los restos de Ítaca —inútil espejismo— con la podrida madera de naves que nunca zarparon de puerto alguno: mi madre y mis hermanos, tanto como vos y yo, padre, somos bastardos de la errancia. Nuestra casa es una niña de niebla que garrapatea su nombre en las aguas indómitas del río Suchiate: al terminar de escribir las letras de su grito se arranca la lengua y la ofrenda a la jauría de oficiales que nos recibe con un ramo de bayonetas justo en la entrada del abismo.

Lecturas Asignadas

Ciudad de Guatemala

Presentación del libro Marabunta de Balam Rodrigo, Teatro del Paraninfo 6-ago 6:00 p. m.
 Galería de la Escuela de Artes Plásticas, Centro Cultural Miguel Ángel Asturias 7-ago 9:00 a. m.
Centro Cultural de España en Guatemala 7-ago 7:00 p. m.
Inauguración Palacio Nacional de la Cultura 8-ago 10:00 a. m.

Quetzaltenango y Sedes

Homenaje a las personas migrantes desaparecidas, Casa No’j 9-ago 7:00 p. m.
Lectura de Poesía y presentación del Libro Centroamericano de los Muertos de Balam Rodrigo, Centro Universitario de Occidente 10-ago 7:00 p. m.
Ceremonia de Clausura Teatro Municipal de Quetzaltenango 11-ago 6:30 p. m.