Escritora. Promotora y administradora cultural. Miembro de Número de la Academia Guatemalteca de la Lengua, correspondiente de la Real Española. Premio Nacional de Literatura “Miguel Ángel Asturias” 2016.
Cofundadora de “Nuevo Signo”, uno de los grupos representativos de la literatura guatemalteca; del Salón Nacional de la Acuarela, de la Asociación Cultural de Guatemala; de la Fundación Guatemalteca para las Letras y deL Premio Guatemalteco de Novela. Forma parte del Consejo de Administración del Aporte Cultural para la Descentralización Cultural –ADESCA- del Ministerio de Cultura y Deportes de Guatemala.
Publicaciones.
Poesía: Barro Pleno, Otros Poemas, Nos habita el paraíso, Ultramar, Vuelo de piedra, puño y flor, Rituales sobre la piel; Cantos rodados.
Ensayos: Entre otros: La poesía de José Humberto Hernández Cobos, Elogio de la vida en la poesía de Julio Fausto Aguilera; Letra sobre Letra – Motivos para el Poema-; Guatemala: Descubrimiento y Deslumbramiento en Luis Cardoza y Aragón y en David Vela Salvatierra; Eros: vela y ancla. Poesía de escritoras guatemaltecas; y Urdimbre de Voces.
Relatos breves: Magia de siete colores; 13 boleros y un tango triste; Carta Astral; y Astroloquía, cuentos zodiacales, en coautoría con Julia Abbott y Marcela Valdeavellano.
Ha ofrecido conferencias y publicado estudios y comentarios sobre temas culturales, literarios; de artes plásticas y feministas, en periódicos y revistas; prólogos y comentarios sobre la obra de autores guatemaltecos. Su obra literaria aparece en más de veinte importantes antologías de escritores centroamericanos, algunas de ellas bilingües.
Ha recibido numerosos reconocimientos de instituciones culturales y universitarias. Condecorada con la Orden “Vicenta Laparra de la Cerda”, de la Asociación del mismo nombre; y la Orden “María Antonieta Somoza” de la Asociación de Mujeres Periodistas y Escritoras de Guatemala. La Feria del Libro de la Ciudad de Guatemala le fue dedicada en 1999 y la Municipalidad de Guatemala la declaró Vecina Distinguida. Invitada como conferencista en Casa de América (Madrid, España); a la XX y XXI Feria Internacional de la República Dominicana y al XIV Festival Internacional de Poesía en Quetzaltenango.
Relámpago
Ahora que ya no tengo ningún brillo en los ojos
un relámpago me llega desde lejos
sacude mi memoria
y como hoja me arrastra sobre el agua.
Ahora que ya no se resbalan azahares en mi piel
un relámpago tiembla entre mis poros
y amarra mi quietud entre silencios.
Ahora que el viento no es parte de mis pasos
un relámpago
me toma de la mano
y me invade de rutas y senderos.
Ahora que mi palabra no da sombra a mi sombra
un relámpago se detiene en mi frente
y entre sus voces rescata mis olvidos.
Ahora que ojos y piel quedan prendidos
en sombras y pasos de otros mares
un relámpago me llega desde lejos
me ciñe entre su luz
y en su trueno resucita
mi voz y mi memoria.
En el túnel
Habité muchos meses
un túnel misterioso.
Luciérnaga
pez
– acaso alga –
me embriagué de dudas
y esperé
– olvidadiza –
que el tiempo fluyera
– suave y justo –
sobre el agua
que meció
la quietud que me habitaba.
Con los ojos cerrados
recorrí el alba interminable
deslizada entre el no ser
de cara a las estrellas
y el ser en la niebla
del túnel milagroso.
En aquel túnel
de suaves agonías
ensanché mi mundo de tinieblas
y los minutos dilataron
su propio mar de incierto sueño.
Jubilosa
luciérnaga,
pez,
– acaso alga –
rememoré
la dimensión exacta de la nada.
Túnel
y niebla
quedaron soterrados
en la esquina donde mi ser
-luciérnaga
pez
acaso alga-
desembarcó
– suave y justo –
entre la luz y el tiempo que me habita.
Ritual de infancia
Empeó mi silencio
a cubrirse de
rocíos y hojas frescas.
Llegaba la luz
al doble vientre de la infancia:
razón y palabra,
evidencias y voces
en la cima del tiempo.
Caminé de la mano
de tutelares huellas,
de sonrisas prendidas
en el arco de un templo,
en el nido de un pájaro
surgido de la entraña del cielo
o de una piedra
caída entre las aguas
de un río quieto y dócil.
Hierbas, silvestres primaveras,
volcanes y arroyos de quimera
mecieron el resplandor primerizo
que penetró en mis pupilas.
Las fragancias penetraron
corriendo entre mis laberintos:
se hicieron plenitud en los pulmones
y volvieron al aire que los trajo
sin contratiempo alguno.
Abordé los sonidos
como quien sube a un tren
de ritmo lento
que lleva en sus ventanas
todos los paisajes del mundo.
Traslúcido, mi tacto creció
recibiendo fulgores, aguas nuevas,
clarividencias y espejismos:
era rumor que sorbía
la plenitud del cielo
y el gozo de la tierra prometida.
Margaritas y angelitos de barro
llegaron a mis manos
invocando la primera palabra,
rozando apenas
la piel de los limones
que aromaban el patio.
Sencillos goces se adueñaron
de mi boca:
mieles, frutas y esencias que dormían
despertaron
agitando mi lengua
con sabores que llegaban de puntillas.
Nada brillaba tanto
como la plegaria y el rezo
de los atardeceres
cuando empezó el ocaso de la infancia
y los rituales sobre la piel
iniciaron su largo trino en el tiempo.