Miembro de Número de la Academia Guatemalteca de la Lengua; corporación de la cual ha sido directiva. Premio Nacional de Literatura “Miguel Ángel Asturias” 2016. Administradora y promotora cultural; cofundadora de entidades culturales y literarias. Ejerció la docencia universitaria y la comunicación institucional.
Ha publicado poesía, ensayo y narrativa breve; prólogos, ensayos, estudios y comentarios culturales, literarios, feministas y de artes visuales. Su poesía aparece en importantes antologías de escritores latinoamericanos. Invitada a ferias del libro y festivales nacionales e internacionales de poesía. Brinda asesoría en diferentes instituciones de cultura.
La Feria del Libro de la Ciudad de Guatemala le fue dedicada en 1999; y, en 2020, el XVI Festival Internacional de Poesía de Quetzaltenango. Galardonada con la orden “Vicenta Laparra de la Cerda”; reconocida por el Instituto Americano de Cultura –IGA-; por las universidades de San Carlos, Francisco Marroquín y Del Valle de Guatemala; y otras entidades docentes, culturales y literarias.
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EN EL FILO DE LA MEMORIA
A quienes perdimos
A quienes buscamos
Cada día
la memoria es el recuento inamovible
de los días vividos;
de los días que abrazamos con ternura
o de los que rechazamos
por las heridas que con hierros ardientes
quemaron nuestras pieles.
Por eso nos aferramos a la memoria
y desdeñamos el olvido;
por eso nos amarramos
a esa memoria sin tregua
que nos impulsa al reclamo;
a esa memoria
que nos recuerda que los fértiles días
son hojas que los ríos se llevaron
sin saber que arrastraban la vida
de inocentes vástagos
de amor recién parido.
La memoria nos mantiene vivos
aunque nos ahogue sin piedad;
aunque hurte la miel de milagrosa colmena
y avive un vuelo de palomas huérfanas
de paz y racimos de olivos.
Esa memoria plena
nos corroe como veneno de
serpientes feroces.
Por eso,
cuando la memoria nos abre las puertas al vacío
nos precipita en los deslaves del tiempo
nos impulsa a seguir viviendo
y buscando
las razones para continuar el camino.
Por eso vivimos
en el filo de la memoria:
esa que dejó huellas
en cada hoja de primaveras idas.
Nos prendemos a su falda de madre inmaculada
rogándole que nos precipite al pasado
para seguir indagando,
o para seguir gritando
que queremos estar vivos
porque las afrentas
siguen intactas
sin redención ni olvido.
Sin la memoria
no comprendemos
que la justicia está llena de telarañas
donde quedan atrapadas las razones
de la sinrazón.
Por eso, nuestra memoria sigue viva
en el perfil de cerros y montañas;
en las aldeas quebradizas
a fuerza de oscuras tempestades;
en las ciudades turbiamente civilizadas
bajo el cielo engañoso del progreso.
La memoria vive y sobrevive
en los caminos oscuros
cuando el aire y el agua son ajenos
bajo encubierto robo.
La memoria nos persigue
como lluvia caída del paraíso
y nos empuja
– con inusitada fuerza-
a salir del laberinto.
Por eso la memoria
arrecia nuestro grito
y sacude nuestro llanto sin súplica ni miedo,
para seguir viviendo,
para seguir buscando.
ELOGIO DE LA METÁFORA
A los creadores del
Festival Internacional de Poesía
de Quetzaltenango
Murmullo que multiplica su arraigo en la palabra.
Ola que invade la frontera del silencio
con su leve pálpito de flor o mariposa.
Eco donde se dispersa la esencia
de las rocas que se arrastran
en una extraña nube de recuerdos.
Arquitecta perfecta de las voces
que vibran en las calles,
en el multitudinario canto de protesta
o en el aciago enjambre carcelario.
Luz que brota para anunciar
que el mundo se transforma
con la palabra dicha junto al molino que tritura los trigos
haciendo arder la danza del fuego y la ceniza.
Canto hondo, manantial insondable.
Mensaje que penetra en los sentidos
y multiplica la palabra para decir que lo negro
es también blancura extrema.
Página que reverdece o cambia de colores
según el trino de los migrantes
que empollan su dolor de dignidad errante.
Manzana de aromas que esparce sus virtudes
en el confín del hablante que piensa
– un día sí y otro también-
que en el tiempo no acaban los caminos.
Cantos rodados
Llegó como un río
transmitiendo voces nuevas
entre las aguas profundas.
A veces era un eco,
una hoja de hierba,
un pequeño milagro.
Era música de cantos rodados
brillando -húmeda –
en las tardes soleadas;
sonriendo –agreste –
en el rumor de las calles;
cantando – triunfal –
entre mis sílabas quietas.
Llegó en un abril antiguo
derramando corolas en mis parques
dejando huellas en mi cuaderno de versos
titilando en mi cielo,
volando en mi nave
y navegando en mi barco.
A veces era rumor,
un farol en la esquina
una puerta entreabierta.
Era un río
con música de cantos rodados,
tiempo redescubierto
viento y vuelo
para el milagro que llegaba
entre las aguas profundas.
(De Cantos rodados)
MANIFIESTO DE LA PRIMAVERA *
Misiva de Perséfone
Madre:
no me gusta este reino de tinieblas
donde ni siquiera el fuego
calienta mi corazón
y donde a fuerza de violencias
vivo ausente del viento
y del barro que fecunda cópulas
y eterniza primaveras.
Alguien dijo que vendrías a buscarme
y que para vengar este encierro de ultraje
derribarías trigales
desterrarías viñedos
y sorberías el agua de los frutos.
Pero heme aquí, prisionera sin culpa,
ángel en los infiernos
estrella entre murallas,
flor entre reptiles.
Búscame sí,
pero no dejes que Zeus decida por tí
ni exculpes al raptor que me encerró
entre fuego y olvido
hurtándome la voz y la palabra.
Porque no quiero ser semilla ni fruto transitorio
sino agua y viento surcando trigales y viñedos,
camino plácido, fuente de delicia
y útero bendito por deseo propio.
No dejes que el rencor
obnubile tu juicio
porque otro negociará mi libertad
y entonces, madre,
tu venganza será mustia y triste
como los meses del invierno
donde tú y yo seguiremos
cautivas.
Convocatoria
Desde una cúspide intensa
el tiempo convoca a las corolas
y a la luz de los días largos
que intentan definir la primavera
con sus misterios boreales
y sus esencias de vírgenes fragancias.
Convocada, Perséfone
invade con suaves claridades
el orbe antiquísimo que resulta niño
cuando ella sonríe.
Y entonces emerge
sobre las tinieblas del eco austral
que la mantuvo en silencio
al compás de equinoccios y solsticios.
El tiempo la convoca
y Perséfone retrasa su llegada
porque antes sacude su llanto
sobre el hombro cansado
que Démeter le ofrece
cada vez que la primavera inicia su camino
sobre la tierra venturosamente joven
y en misiva silente desborda su
tristeza.
Perséfone acude a la cita
Ahora, hermosa y trágica,
el tiempo la devuelve a la luz,
a la fértil marea de jóvenes envueltos
en el Eros de los días soleados.
Ella danza, en alusión suprema de un Boticelli
enamorado de la vida
y del paisaje que Venus preside
deslumbradoramente mágica
y dulcemente revestida de ternuras.
Perséfone viste colores milenarios
embriagando de rojos audaces los claveles,
envuelta en verdes increíblemente
saturados de esperanzas
volcada en amarillos de trigo esplendoroso
y de rosas volcánicas y ardientes.
Llega suavemente corpórea
como pétalo o corola,
como semilla promisoria
como viento sutil de aromas frutecidos cada día.
Llega envuelta de tibiezas,
de trinos y pájaros despiertos
con el alba de marzos y abriles renacidos
en un Vivaldi pleno de celestiales músicas.
Llega y toca las puertas de la vida
sin quebrantar el pasto que alimenta corderos
para inmolar en el sagrado altar de los
crepúsculos.
Perséfone acude a la cita
sin olvidar que su tránsito terrestre,
está marcado por un pronto retorno a las tinieblas.
La llegada de Perséfone
He vueto a la tierra
-dice-
después de un largo viaje
desde las oscuras fosas del invierno.
Veloz y serena
llego revestida de alegría
de cánticos, visiones frescas y arcoiris
para cumplir la voluntad del dios de las tinieblas;
decisión que Zeus, arbitrario como siempre,
aceptó para calmar la tristeza invernal
que mi madre deshojaba con plañideras voces.
Perséfone entristece
Pero estoy aquí, cubierta de dudas y silencios,
porque vuelvo a la tierra
con una antorcha en las manos
y sólo encuentro espacios sin hierba
y frutecidas tristezas.
Nadie acude a recibir mi mensaje.
Están todos navegando en arenas salobres
sorbiendo gotas de agua para mitigar las penas
que les llegan como torrentes de angustia,
en lugar de los ríos temblorosos de vida
que en antiguas edades calmaban la sed
y refrescaban la voz para cantar alegrías y salmos.
Dicen que
-desterrados del paraíso-
abandonanon surcos
que cuidadosas manos
colmaban de semillas y esperanza.
He llegado a un país bañado por dos mares
que se agitan sin tregua;
a un lugar vestido de lagos
que un día fueron impecables
como rostros de virgen.
He llegado a un paraje breve y tímido
que custodian impacientes volcanes
con cráteres que deshojan rocas púrpureas
silenciosas y agrestes.
Es un lugar donde tiembla cada día
para mecer como en cuna
su frágil geografía
y encubrir rompimientos violentos
en sus dulces entrañas de jade.
Es un jardín donde el cielo impoluto
resguardaba claveles,
aromas, mieles y romeros.
Pero ahora encuentro llamas
que calcinan almas y cuerpos
sin redención ni piedad.
Turbios son los remansos de los ríos,
donde los peces bullangueros queman
las últimas velas de su vuelo.
Selvas tristes que se encogen cada día
al filo de las sierras y de monedas extrañas.
El adiós de Perséfone
Ahora imploro,
como sauce llorón tendido en la ladera,
volver al inframundo.
Ciega,
regreso al lugar de las tinieblas,
para esperar,
con los ojos vendados y una balanza en las manos,
que mi próxima cita con la tierra
tenga el mismo aliento
que Démeter, generosa y triunfal
reparte a manos llenas;
para que en el festín de la vida
la primavera se deshoje
clarividentemente lúcida
y envuelva en luz
este planeta mínimo
que ajeno a mi tristeza
sigue llorando
envuelto en su soberbia.
Estarás contento, Hades,
de volver a verme…
*Según una de las versiones mitológicas, Perséfone, hija de Zeus y de Démeter fue raptada por Hades, quien se la llevó a su reino, el inframundo. La madre la buscó desesperadamente y decidió que en la tierra no creciera ningún fruto mientras su hija no apareciera. Zeus entonces pide al raptor que la libere y este acepta, a cambio de que la joven pase con él una parte del año y otra en la tierra; periodo este último, que se reconoce como la primavera. En esta interpretación poética, Perséfone lamenta el reino de tinieblas en el que vive; luego describe su llegada a la tierra a pedido de Zeus ante Hades; su frustración frente a una naturaleza primaveral casi destruida por el hombre y anuncia su regreso al reino de las tinieblas.