Santiago de Chile 1975. Poeta. Licenciado en filosofía universidad ARCIS. Cantante de la banda metal-punk Abisal. Ha publicado en poesía: Paso Quiltro (Chile. Ed. Mago-editores. 2005) Domicilio en llamas –nóvela poética- (Chile. Ed. Ajiaco. 2014) Caídos de alquitrán (Chile. Ed. Ajiaco. 2015) Septiembre 40-41 (Chile. Ed. Cortopunzante. 2017) Antijardín junto con Fernando Pez Era (Chile. Ed. La Justa medida de Judith. 2018). Sus textos han viajado por distintas revistas de América y Europa. También ha sido publicado en las antologías, Desmanes: Poesía combativa para las luchas cotidianas (Chile. Ed. Quimantú. 2011). Sin Fronteras poesías de autores latinoamericanos y del Caribe (México. Ed. Universidad Autónoma de Hidalgo. 2011). Metalenguaje Literatura y escena metalera (Chile. Ed. Ajiaco. 2014) y Pánico y locura en Santiago (Chile. Ed. Santiago Ander. 2017). El año 2008 recibe la beca de Creación Literaria del Fondo del Libro y la Lectura y al año 2010 se le otorga la Mención Honrosa en el Premio Municipal Juegos Literarios Gabriela Mistral.
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La virgen del San Cristóbal
amaneció sin cabeza
dicen que los verdugos son los niños del sur
que hablan el lenguaje lunar de las tribus desaparecidas
en las fosas del océano Pacífico.
Dicen que son así
un poco intransigentes en su trato
y en sus ojos hay una lluvia de meteoritos permanente
ira arrastrada desde cuando quemaron sus villas
las empresas inmobiliarias
que todo lo rompen.
Nadie los conoce
son como un pensamiento abandonado
en las minas del desierto fantasma
o son como una multitud
camino a un despeñadero sin fondo
que nadie sabe dónde queda ni cómo se llega.
Por eso dicen que le cortaron la cabeza
a la virgen del San Cristóbal
porque era como desnucar el poder
arrancar las luminarias de un progreso hechizo
lleno de expertos que nunca han subido pirámides
ni celebrado sacrificios al sol
con los pueblos sagrados de dioses de calcio
hijos de las estrellas.
Por eso las tribus se levantaron de las cenizas
y le chistaron los dedos a esta modernidad charcha.
El nuevo mundo no fue lo que se dijo
en el que a los viejos sólo les queda rezar
con el certificado de defunción en la mano
o encomendarse a lo que venga no más
a ver si pueden librar
-en una de ésas con algo de suerte-
de la muerte que ya les pisa los talones
parada junto al catre
haciendo señas burlescas
anunciándoles que su hora ya ha llegado
sin paz ni gloria.
Por eso le cortaron la cabeza a la virgen del San Cristóbal
los niños demonios envueltos en un caos de humo
producido por la lucha entre dos serpientes
en las fauces de la tierra animal
explotando por los cráteres de nieve
la sinergia de la venganza cuántica
de una convicción harcorepunk contra la Conquista
la que trajo santos socialdemócratas
y coronó en la cumbre de un cerro
a una madre que tuvo hijos sin sexo
la vigía del proyecto metropolitano
de aquella religión de mercaderes
embarcados desde los corredores de la pena capital
mirando hacia un futuro sin ritos
frotándose las manos
pensando en las riquezas de la perfección
18
Ahora me gustaría que lloviera
y el agua revele las calaveras de los muertos
que hay bajo el paraíso de Chile.
Y se levanten rompiendo el cemento que los esconde
y griten por la Alameda en un idioma incomprensible
el horror que hay detrás de la fundación de los países
y digan que los héroes no existen o fueron torturados
por sus propios compañeros en los cuarteles de seguridad
o en los barcos de guerra flotando en un mar de cráneos
o asesinados por las espaldas en una chacra del valle central
por los mismos que inventaron Chile
en una oficina de Obras Públicas
a imagen y semejanza del neoliberalismo
la puta madre que los vigila
con el rostro anónimo
desde las Corporaciones bicentenarias.
Que el grito de los muertos
sea tan grande que parezcan vivos
o palpite por todas partes la historia de esa poesía solitaria
al sur del sur del tercer mundo
entre tanto proxeneta contando cuentos dulces
sobre un Chile pasado a K.K y dictadura
antes de ir a dormir y soñar con termoeléctricas
represas, valles contaminados y una mar oscura oscura.
Que los muertos pasen por la gran herida que es la Alameda
destapando el desagüe de las verdades de museo
mientras chorrea sangre en el pavimento
de los que cooperamos con sangre
de los locos callejeros
de los que no valían ni un peso
por los que nadie apostaba.
Los locos
abrazados a los perros
a los hermanos cantores de las desgracias del pueblo
pasándose películas a todo color
con un moikano rojo
o una chaska de metal
enteros pichicatiao de trasnacionales
llegando a los abismos de la percepción
con el tercer ojo abierto a puro copete
para contactarse con los antepasados
recién muertos por una bala loca
disparada a un kilometro de distancia
que de pura pura mala suerte los mató.
Que se levanten entonces los muertos
y sanen nuestras heridas
con su mirada profunda
griten
griten
griten
dándonos una señal que calme la angustia.