Ciudad de Guatemala, 1986, poeta y editor, con estudios de licenciatura en Arqueología. Fundador y director del proyecto Catafixia Editorial. Coordinador del proyecto El futuro empezó ayer: apuesta por las nuevas escrituras de Guatemala (Catafixia Editorial / Unesco Guatemala, 2012). Participó en el programa de invitación de la Feria del Libro de Frankfurt en 2014. Colabora periódicamente con diversas revistas electrónicas y publicaciones impresas de Latinoamérica. Ha publicado los libros de poesía (sí) …algún día nos haremos luces (Editorial Cultura, 2010) y Códex (Catafixia Editorial, 2012).
De Códex
(Primera edición. Ciudad de Guatemala: Catafixia Editorial, 2012)
*
…antes, antes, muy antes;
cuando la soledad
no enfriaba todavía
y era el mundo un mar
de llamas negras y silencio;
antes:
cuando ni sed ni soles;
cuando ni piel ni luz
ni ruido;
cuando ni suelo ni raíz;
cuando el vacío,
cuando el reflejo,
antes;
cuando el cielo se envolvía
en otro cielo, más grande
que él, más cálido y
más negro;
cuando los embriones desplegaban
sus siluetas en
espejos invisibles;
cuando el agua;
cuando todo estaba quieto
y florecía el horizonte
como un pliegue oculto
entre una y otra nada;
antes:
cuando las estrellas
eran sueños de la luz colgándose
en los párpados del cielo;
cuando el amor y la muerte se fundían
en la misma nube gris
del deseo, y los corazones
no empezaban su murmullo;
cuando todo era blando y caracolas
comenzaban a engullir
la humedad
de los sonidos;
antes:
en el presentimiento de las formas;
en las inverosímiles columnas
de humo alzándose como banderas
de leche y luz en la sombra;
en el beso de los labios
más inmensos y lejanos,
ahí, en la penumbra,
como si todo fuera nuevo
y los instantes
y los cuerpos explotaran
en la imposibilidad
de la memoria;
antes,
muy antes:
en las semillas de la voz,
en su premonición y su destino,
en su ausencia aún,
oculta y transparente
la palabra:
vaho de las cosas, bruma;
galope y estampida
devorando al tiempo en las llanuras
del silencio, eco,
promesa y profecía;
sueño, creación, retumbo
capaz de fracturar distancias;
cuchillo primordial que se desliza
entre el cielo
y el mar.
* *
se oyen caer lágrimas del cielo,
se oye el despliegue,
se oye
el desgarre de una piel
y su desplome,
se oye un silencio
que se quiebra
y cae,
se oye el llorar de un cielo
que se inflama
y cae,
se oye una sombra
que en la noche se desborda
y cae;
esquirlas de cielo llueven
a torrentes
y lastiman;
caen gotas y tizones
y cenizas;
se oye el derrumbarse
de una oscuridad total y
un vientre,
se oyen pasos
de aguacero y noche
que agolpándose galopan
entre la ondulación del agua
y las azules cordilleras que
elevándose respiran
y estallan en instantes
de violenta espuma;
no existe nube aún
sólo agua y noche
que caen,
sólo incontables gotas
y sed inundándolo
todo,
sólo el estruendo y la caída,
sólo el choque
del agua sobre el agua,
del cielo sobre el mar
formándose,
de la noche
y su fractura;
no existe nube aún,
sólo infinitos charcos
que extendiéndose se unen
mientras caen gotas
y gritos; mientras
gritos y gotas, anegándose,
se atreven a soñar
océanos negros
de vibración y miedo;
como si la lluvia
germinara en flores líquidas y
algas que se encarnan
en la inmensidad
del tiempo;
como si en el agua hubiera
peces negros que en tumulto
esperan;
como si emergiera
un coro del oleaje y
voces líquidas
blandieran cantos,
gritos
y silencios
que caen;
como si los pájaros
marinos e incontables
fueran húmedos cristales
que enmudecen;
como si la lluvia fuera
una llanura vertical que se
desdobla y calla;
no existe nube aún:
existen olas lentas, existen
teclas y gotas y sonido y
manchas,
existen músicas
y tambores y viento;
existen olas, siempre olas,
que caen y se alzan
–que caen y se alzan–
inundándose;
hay un océano que se forma
y se despliega en las orillas
de la noche,
hay dedos infinitos
e incapaces
de retener el agua y
su caída;
entonces
el viento, la nube
–primero el viento–
y luego la voz
que quiebra el cielo
y lo derrumba;
entonces el agua,
la nube, el viento,
entonces la voz
sin orígenes ni boca,
entonces
el agua;
no hay nada fijo aún,
nada está en calma,
sólo el caer del agua
sobre el agua, sólo
el desplome de piel
sobre la piel,
sólo el derrumbe del cielo negro
sobre un mar sin bordes,
sólo el agua y su tiniebla
que tirita, sólo
la intemperie desollada,
su herida y su ausencia:
la noche.