Marçal Font Espí – Cataluña-

1980 nace en Badalona, suburbio costero y postindustrial de Barcelona. Es en sus abandonados polígonos fabriles de reminiscencia decimonónica que escribe y recita en voz alta, casi solo, su primera poesía. Ya en la década de los 2000 hará el salto a la metrópoli, a Barcelona capital: una distancia urbana de 10 kilómetros que en aquel momento se le hará infinítamente mayor que la que años más tarde, tras un sinfín de trabajo y avatares de la vida, salvará para ir a recitar a festivales de Chipre, Hungria, Francia, Inglaterra, Italia, Alemania, Suecia, Portugal o Bélgica. A rebufo de sus poemas, cruzará el Atlántico por dos veces, la primera e inolvidable para él, a Guatemala en 2013 donde descubre lo inconmensurable y maravillosamente infinito de aquello que llamamos riqueza cultural humana en el Festival Metáfora de Xela. La otra en 2018 a Ecuador en el Festival Ruta Poética, donde recibe una lección magistral sobre lo múltiple y diverso de los infinitos poéticos. Durante 20 años ha escrito y publicado libros, revistas, traducciones, artículos de investigación filológica, comisionado monográficos sobre oralidad poética, impartido clases específicas en la Universidad de Barcelona sobre la misma materia y ganado algunos premios literarios… no viene al caso detallar. Actualmente es presidente del Gremio de Libreros de Viejo de Cataluña, profesión a la que se dedica desde hace 15 años.

CASANDRA

No hubo más.

Quebró el nervio en la armadura y sin clave cayó canción, cayó oración, cayó sin dios.

No hubo más.

Crujió el puente de las cuerdas y sin arco equinoccial calló razón, calló emoción, calló sin juez.

No hubo más.

Reventó el verso la sílaba y sin álgebra falló el humor, falló el licor, falló el poeta.

No hubo más.

Dale puños, dale golpe, dale coz, dale patada, dale hostias, dale dolor, dale sufrir a quien sólo vino a cantar lo bello, que en puto invierno fue a nacer, sabañón de los siglos, hipotermia entre las eras, soledad de pámpano helado en la cueva, Casandra de todas las verdades ¿de rabia no sabes decir el espanto que ves siquiera?

Quién va a decir que entropía regala lo denso y que lo que fue para estorbo de males queda.

Que al diablo lo detuvo una riña de ovejas blancas a quien nadie dio vela sobre cuántos dientes usa el lobo en su cena.

Quién va a decir que sólo huye el disidente si hay raíz caduca y nueva simiente que dé color al páramo y no guerra.

Que la luz no la cantó bien ni Dante que al tercer cielo ya quema y que de dar luz a la luz la luz se ciega y de sombra en los ojos dice el necio que vuela pero, Casandra, ¡tú ves que se estrella!

¡Canta, por lo que más quieras, Casandra, canta!

¡Canta, por lo que más quieras, canta!

¡Aunque no te crean!

Aunque no te creas ni tú lo que tu mirar revela.

Canta, Casandra, canta. Canta aunque no te crean…

No hubo más.

Te escupió en la boca razón en el templo por no quererle entregar tu cuerpo.

No hubo más.

Te escupió en el honor la patria en batalla por no querer creer tus cuentos.

No hubo más.

Te escupió en el coño la guerra en armisticio por hacer de tu ser un trofeo.

Pero esa rabia clueca que te enmudece, misantropía justiciera de pundonor ridículo, vacío de demencia serena compartiendo la quema que ve y no grita.

Despierta la voz y di que no a todo guia de augustos, disidente patrona,

di que no a todo para que sea desdicho.