Margarita Drago -Argentina-

(Rosario, Argentina).  Doctora, catedrática de Lengua y Literatura Hispanoamericana en la Universidad de la Ciudad de Nueva York, poeta y narradora. Ha participado en congresos, ferias del libro y festivales de poesía en los Estados Unidos, en países de América Latina y el Caribe, Canadá y España. Es autora de Fragmentos de la memoria: Recuerdos de una experiencia carcelaria (1975-1980), declarado de interés cultural por la Honorable Cámara de Diputados de la Nación Argentina en 2016; de los poemarios: Con la memoria al ras de la garganta; Quedó la puerta abierta; Hijas de los vuelosUn gato de ojos grandes me mira fijamente; Heme aquí; Con la memoria stretta in gola; Sé vuelo; del estudio académico: Sor María de Jesús Tomelín (1579-1637), concepcionista poblana: La construcción fallida de una santa.  Escoautora de Tomamos la palabra: mujeres en la guerra civil de El Salvador (1980-1992).   

Roosevelt Avenue

La calle es un espectáculo circense

personajes sin máscaras pululan la avenida

se disputan migajas y espacios de sobrevivencia

dos cuerpos adolescentes fundidos contra un muro

se chupan se beben se contornean

ajenos a centenares de ojos indiferentes

cuatro jóvenes que no llegan a los veinte

minifalda rosada   botas altas de tacón

invitan con gestos cansinos

a los lascivos transeúntes

un viejo con paso tambaleante

sube las escaleras de un edificio

tras los pasos de una muchacha  

que le balancea las nalgas

carritos con venta de frituras

puestos de verdura y fruta descompuesta

gigantescos trozos de lechón humeante

dorándose sobre   parrillas herrumbradas

la calle se ha llenado de olores

de voces y pregones

el señor de la esquina de la 90

sentado en una silla desvencijada

ofrece un veneno que asegura

exterminar   cucarachas y ratones

su pregón se confunde con la prédica amenazante

de la mujer que en la otra esquina

predice el fin de los tiempos

una vieja apostada en un rincón

abre su boca desdentada

suplica ayuda a una muchedumbre impasible

sostiene en su mano ruda una lata de café

en la que tintinean escasas monedas

un tren se aproxima sobre el elevado

que corta y hiere esta porción de ciudad

el tren se agita pita fuerte

llevando a cuestas su carga humana 

su alarido mecánico se impone estridente

por un momento acalla

tanto pregón y gritería disonante

no hay una grieta por la que se filtre

un delgado hilo de luz

sobre esta geografía que desconoce

la calidez de auroras y crepúsculos dorados

no hay dioses que habiten esta tierra de nadie.