Mariana Bérnandez -México-

poeta y ensayista, realizó estudios de posgrado en Letras Modernas y en Filosofía; imparte seminarios y talleres en diversas instituciones bajo el área de “poesía y conocimiento”, su obra ha sido traducida al inglés, catalán, portugués, italiano, rumano y griego. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte bajo el género de poesía en la emisión 2018-2021.Su libro de poesía más reciente Rumor de niebla, 2020; y de ensayo Angostura: en defensa del leer. FOEM. CEAPE. Gobierno del Estado de México, 2021.

El tintineo de Teresa

A dónde te llevó Teresa que me trajo tu voz

para arroparme de cuando deshilo en ramo

nuestra tanta palabra y siento el agua del río

como una piedra o un torzal

que se enreda en mi cuello

con la hondura de lo que no se olvida

una chinilla con la que se sueña

como si sólo el peso en la mano

rasgara con su traza el velo que nos separa

A dónde te me has ido tras el tintineo de Teresa

que echo en falta tu risa y las flores y el mar

o los caballos del monte cabalgando

por el cielo raso de tu cuarto

¿Quién ha lavado tu cuerpo y lo ha bendecido

en sudario blanquísimo de cielo?

¿Quién hizo tu mano puño de arena

en señal del éxodo y el perdón?

¿Quién la ceniza en la frente

y el aceite de la unción en tus labios?

De dónde el silencio que responde con otro

en este cuarto de noche tan desvivida

sin más luz que la del cirio que pronuncia

un tiempo ya no nuestro

de cuando el  viento

nos mira con su inmensidad

y escucho en tu desvelo

el tintineo de Teresa.

Por aquello de que el viento

Miro tras la ventana por aquello de que el viento

se hubiera equivocado y siguieras entre nosotros

pero el silencio me devuelve más silencio

qué poco me ha sido el tiempo

de andar a la vuelta contigo

Pongo en la mesilla de noche tus libros

para que me hablen ahora que tú no me hablas

y me digan eso que no supe de ti

eso que no dijiste por decir otros amparos

la hondura exacerbando tu cuerpo

hasta tocar la indefensión del alma

su enigma abriéndote en luminiscencia

cáliz para el Amado y su plegaria

esa demasía de lenguaje indómito

ya desgarradura            ya lo dislocado

ya noche alta y morada de tu Teresa

transmutada en la rojedad de los versos

Qué miraste

qué hilos de luz trazando tus muslos   

tus pulmones   tu estómago

qué naciéndose desde lo arcano

Qué miraste que Teresa posó sus manos en tu frente

qué atravesándote               incendiando tu pensamiento

qué miraste sino el cristalino silencio de lo muy vivo

esa tu resguardada herida luminosa.