Noé Roquel -Guatemala-

Artista kaqchikel, originario de Chi Xot –San Juan Comalapa, en Iximulew. 

Escribe en idioma maya kaqchikel y en español. Su poesía ha sido publicada en diferentes antologías y revistas digitales en Guatemala y otros países. Es pintor autodidacta, muralista e ilustrador, su técnica es acrílico sobre papel, tela, madera, cristal, entre otros. Como actor ha creado y producido colectivamente diferentes obras de teatro. Actualmente dirige la obra de teatro Ch’uch’ujil. Así mismo imparte talleres de arte. Noé Roquel ha participado en festivales de arte y de poesía a nivel nacional e internacional.

Probando

I

Bueno bueno

sí, si, si, si, si

uno, dos tres probando.

acérquense por este lado

aquí le traemos de nuevo

el show de los politiqueros

la ruleta colorida

los cartones de lotería

el tín marín de do pin gües

póngale la X 

al que quiera usté.

II

Aun sin ningún compromiso

extienda la mano

aquí le tenemos

el canasto de las posibilidades

los sacos de planes de gobierno

las planillas de incertidumbres

las resmas de afiliaciones

los helicópteros de visitas

las caravanas de banderitas y dulces

los escenarios de charlatanería 

las picopadas de sonrisas

las camionadas de amabilidad y abrazos

las carretadas de empatía

las horas de caminata entre la plebe.

III

Ya llegamos, aquí estamos 

en el puesto de los ofrecimientos

en la mesa de las sin vergüenzadas 

en el desfile de las utopías 

en los foros de los señalamientos

en el atril de las pretensiones

en la carroza de la clientela

en el debate de las conveniencias.

IV

Le tenemos, le presentamos

la lista del mejor postor

los empleados que se comerán los arbitrios

los servicios que serán polemizados

el grupito que será favorecido

los proyectos para los inversores

las negociaciones bajo la mesa.

V

¿No le ofrecemos lo que usted quiere?

vaya acostumbrándose

que aquí lo que le presentamos son:

los colgajos de mentiras 

la sarta de promesas

la demagogia asesorada

la agresión a futuro

la desaparición de su voto

la indiferencia cuando demande su derecho.

VI

No se confunda

no se deje manipular por los otros

venga, acérquese 

y llévese

su tarjetita pa su billetera

los fosforitos pa su fueguito

sus laminitas palinvierno

sus machetios pa la chapiada

sus víveres 

pa aplacar un tiempo el hambre

su playerita de 10 varitas

su tapaboca pa que no chingue

venga, no lo piense tanto

que al final cualquier partido será lo mismo.

VII

¡Escuche bien!

Si, si, si,

uno, dos, tres probando

sí ¿Me escuchan?

sí, si, si, si,

seguiremos robando, si, si, 

uno, dos, tres, cuatro años más

robando y robando.

Negma Coy -Guatemala-

Ajtz’ib’ – Artista maya Kaqchikel, originaria de chi Xot – Comalapa en Guatemala. Trabaja en comunidad para que el arte y el conocimiento de los pueblos siga floreciendo. Es Escritora, pintora, tejedora y promotora cultural. Escribe en idioma maya kaqchikel, en español y con glifos mayas. Es instructora de las clases de tejido en telar de cintura. En la pintura su técnica es Oleos sobre tela, madera y barro. Coy ha participado en festivales de arte y de poesía a nivel nacional e internacional.

Mi vecino el maya

Miren, ahí va el maya

ese es mi vecino el maya,

dicen que cura a la gente con siete montes

y que llama a los espíritus en una olla de barro.

No, mejor no lo miren

dicen que embrujó a su mujer

que tiene muchos dioses – falsos

que habla con el diablo a media noche

que es un loco come barro

que, además, es un pobrecito con xerca

dicen que es un analfabeto

que no sabe firmar

que es un salvaje, un incivilizado

que aúlla junto a los lobos cuando miran la luna

y que por las noches se convierte en serpiente…

Lo que ellos no saben es que él es energía pura

Y sí, él es quien cura con más de cien montes

Y Sí, es cierto que a veces se convierte en serpiente

pero sólo a veces

porque las otras noches se convierte en un búho guardián

se convierte en un jaguar o en un águila de dos cabezas.

Él habla con los espíritus

para regresarlos al cuerpo que pertenecen

llama a los abuelos milenarios por su nombre:

Tepeu, Q’uq’umatz, Alom, K’ajolom,

invita a los que están en el corazón del cielo

y a los que están en el inframundo.

Ahí, en el punto de conexión

él ofrenda los puros de hojas de tabaco,

en ese círculo sagrado

su nawal te satura con pom,

con candelas de cebo

con la cuxa de montaña

con la ruda, con el chilco y el romero,

su esencia huele a dignidad

y a pétalos de rosas recién cortadas.

Él, entiende las señales del universo

él es el contador de los días y de los tiempos

kixam pe’, tisipaj pe’ ri nimaläj na’oj

tik’waj qab’ey qati’t qamama’

así le habla al fuego sagrado

así se comunica con los mensajeros

para que los pueblos sigan floreciendo

que nos ayuden a cuidar de Mamá Tierra

que venga la esperanza desde su corazón

que la herencia de lucha nos mantenga en equilibrio.

Él, es quien silba con el Guardabarranco

quien camina junto a la Abuela llenita de amor

quien se inclina ante Papá Sol antes de sembrar

él es quien besa la tierra que dará el fruto de su vientre

depositará los frijoles que abrazarán a la milpa

y ofrenda frutas y ofrenda palabras.

Si en cambio siembra la primera piedra de una casa

entonces ofrenda la sangre de un gallo

rocía cuxa, pone flores y candelas en las esquinas

alegre conversa con los guardianes de media noche

que los protejan les pide

que los abrace por todos los ciclos.

Ah, el trenzador de palabras

el que enlista los sentimientos

el que ofrenda los consejos

el que inspira esperanza

el que entra hasta la herida más profunda de mamá y papá,

el que llega al corazón alocado de los enamorados

y ordena el pensamiento de ahijados y compadres.

Él, es el cimiento de la fuerza y el amor

no es uno, porque él es todos,

de su cabello trenzado

se aferran ellas y ellos

para no perderse en caminos sinuosos

y entrega su Toj para pedir la guía.

Él es quien alimenta mi espíritu con conciencia

con el maíz y la troja como herencia

con ese corazón de Tz’ikin

terminamos un ciclo para iniciamos otro

así, junto a la semilla que retoña después de la muerte.

Sí, él es el maya que cura con siete montes

Y sí, es cierto que a veces se convierte en serpiente

pero sólo a veces

porque las otras noches se convierte en el búho guardián

se convierte en un jaguar o en un águila de dos cabezas.

Rija’ numama’, ese hombre, es el mismo a quien yo llamo, abuelo.

Mauricio Perea Restrepo -Colombia-

Nació en Bogotá en el año de 1956 y a los diez años realizó sus primeros escritos, una narrativa muy al estilo de los novelistas del boom latinoamericano. Maestro toda la vida, para su formación estudió pedagogía, filosofía, historia y artes plásticas, gracias a lo cual desarrolló una extensa labor formativa en humanidades en colegios y universidades, además de participar con su obra pictórica en exposiciones colectivas e individuales. Su voz poética fue surgiendo poco a poco de su prosa hasta la creación de su primer libro de poesía, una publicación artesanal de “Sandeces en tiempo real” en 2018, con ilustraciones elaboradas por él mismo. Recientemente ha finalizado su segundo poemario, “Pura afición al prodigio”, labor que acompaña con el trabajo plástico y su tercera obra de poemas.  

POEMAS 

De “Sandeces en tiempo real”

III

aunque no nos bastó todo el arte griego

nos estremece cualquier caricia

al azar

porque adentro somos éter calcificado

levantamos puentes

bogamos el mar

y acechamos las estrellas

¿qué más se nos puede pedir?

¿qué más?

V

soplan vientos de incertidumbre

dicen los filósofos

el reino donde todo es posible

pero nada es verdad

si acaso verosímil

pero el pájaro aún escoge

las mejores ramas para su nido

la piedra ofrece su gris majestuoso

y el mar

todavía

es la gran contaminación de ebriedad

la incertidumbre está en los sueños

no en la herida

no en el gozo

XIII

el espejo

laguna donde abrevan los reflejos

su sed de vida independiente

de niño he soñado con zambullirme

en la perfecta espesura de su hoja

viejo ya, tengo la sensación

de haber estado al otro lado con frecuencia,

copiando los gestos y la mirada

del otro a quien me parezco

De “Pura afición al prodigio”

III

Ni hablar de los colores,

cómplices de las cosas.

¿cómo respiraría el mundo sin ellas     las verdaderas?

Oh el desconcierto a su simple roce,

a la fricción apenas imaginada,

que nos ata a nuestra finitud.

(Su perpetua vida  

de belleza detenida en el tiempo).

¿Respiraremos al unísono con ellas,

moriremos por ellas sin que lo sepan,

en secreto? 

Nuestro último aliento 

será una venia a su dignidad, 

para descubrir,

por fin,

cómo palpitan ser ellas mismas,

cuánto nos han llamado a su feliz encuentro.

María José Lara -Guatemala-

Nació en la ciudad de Guatemala el 23 de diciembre de 1998. Es licenciada en Periodismo y Comunicación, dedicada la edición de textos, la enseñanza y el activismo. En 2019 ganó el II Certamen de Poesía Joven de Sión Editorial, con el poemario El espejo irregular, que ahora forma parte de su colección Laura Damián. Con el poemario Naturaleza inacabada, ingresó a la colección Síntesis de Serie Periferia en 2021. Su poesía ha sido incluida en antologías nacionales e internacionales.

Cuerpo-canto

Ajamos la superficie de los objetos

con el maravilloso sonido

de los cuerpos

cuerpos que se aman

cuerpos que se duelen

cuerpos que restallan en otros cuerpos

nos brotan melodías raras

torcidos y hermosos llantos

mágicas y obscuras voces

se escapan

de cada pliegue

solo la vibración de la piel

sabrá enfrentarse

a la anulación ineluctable

de lo escrito.

Ígnea

Le sobra un incendio

a mis manos

no sé dónde ubicarlo

dónde sembrar

este fuego

tan capaz de alumbrar

como de borrarlo todo

un calor diferente nace

de llamas así

            solitarias

            inoportunas

se cuentan otras historias

con las sombras

con la tierra

con la carne

someten los mitos

a una dolorosa alquimia

hacen

de sus cenizas rutilantes

una puerta

una llaga

un cuerpo.

Matria

La esperanza retoza

en saliva

en sudor

en lágrima

en el territorio de pieles hermanas

donde construimos horizonte.

Arde el agua,

anhelo vibrante

se desprende del pecho,

arde el agua

sobre la hierba quemada.

¿Hacia dónde

crecen las aves

que anidaron en nuestro fuego?

¿Hacia dónde

vuelan las flores

que germinaron los labios de las silenciadas?

Transitamos

en pétalo ardiente

hacia el abrazo fresco y húmedo

del hogar reinventado

            por nuestras manos.

Josué Andrés Moz -El Salvador-

(El Salvador, 1994). Es poeta, narrador, vendedor de libros, corrector de estilo y gestor cultural. Ha publicado: “Carcoma” (2017), “Pesebre” (2018), “Babel” (2020), “El libro del Carnero” (2021) y “Revólver” (2023). Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, italiano, árabe y francés. En los últimos años ha participado en congresos, ferias del libro y festivales de literatura.

MISTER COP    

A Carla Ayala y Daniel Alemán

No necesito calzar su uniforme para hablar de la muerte

ni conocer el oscuro abecedario que le besa los dientes, señor policía.

Dígame entonces

qué hacemos con sus tatuajes,

dígame

dónde esconder la dentada silueta de su miseria,

qué hacer con esa tristeza de no poder meter sus manos bajo mi falda,

de no poder llevar mis tacones,

con esa rabia luminosa que lo hace querer romperle los dientes a mi hermano.

Perdone, señor policía,

que sea tan directo,

perdone mi tristeza.

Perdóneme, señor policía, por no ser uno de sus muertos,

por no sonreírle trágicamente a sus compañeros en la patrulla,

por no estarme pudriendo en bartolinas,

por no dejarme fabricar las pruebas necesarias,

por no agachar la cabeza y caminar bonito frente a su sombra

de un metro treinta, de un metro ochenta.

Acá la noche se nos mete por los pulmones,

acá los billetes tienen el rostro de lo que hemos perdido.

No necesito los cuchillos,

no necesito los balazos,

no necesito verlo agitar su soledad en el asiento del copiloto.

Míster cop-burbuja negra-the polismen…

¿Cuántos gemidos le caben en la punta de la bota?

¿Cuántas cicatrices dormidas lleva en el eco de sus manos?

¿Cuántos desiertos han tejido las arañas en la boca de su mujer?

¿Cuánta ausencia soportan los delgados huesos de su hija?

Yo lo conozco, señor policía,

no necesita taparse el rostro para mí,

no tiene porqué arrodillarse frente al Cristo,

ni llevar más ceniza en su frente que la que lleva en las manos,

no necesita demostrar que nació con alacranes en los ojos;

yo escucho desafinar esa canción desde que desapareció a su compañera,

yo conozco su dulce ritual de sangre,

yo sé de la potencia hidráulica de sus mandíbulas.

No se preocupe, señor policía,

yo traigo mis propias bolsas negras

para ahorrarle el gasto

y las molestias.

LAS VIEJAS COSTUMBRES

(DIRECTOR’S CUT)

«Amo tanto a mis hijos que nunca me atrevería a traerlos al mundo.

 Amo tanto a mis hijos que nunca me atrevería a traerlos al mundo.     

 Amo tanto a mis hijos que nunca me atrevería a traerlos al mundo». 

Por la lengua de la espada se desliza la sangre:

  hay cabezas de niños dando vida a la balanza,

  la mujer calla, es rígida, inmóvil,

  tiene los ojos cerrados y sonríe para nosotros.

Este es un país solamente para viejos.

   Nunca nos dejaron ser niños,

   siempre nos dieron sangre, canas,

   calendarios para nuestras lenguas,

   tatuajes de tinta cortada, pañuelos para nuestros días,

   siempre nos dieron el fuego,

   cosecharon el limón más jugoso para nuestras llagas,

   cada noche nos entregaron los besos que nunca deseamos conocer.

Saliva oscura hay de los sedientos,

fiebre de los amantes del cuerpo de Cristo.

Y nunca les bastó el cuerpo de Cristo entre las manos,

y no son sino los avemarías el perdón para la sombra,

para el animal hambriento, para el diente que rompe el nervio.

Ritual desnudo, ceremonia que oscurece los rostros,

que parecida a serpiente recorre las piernas,

y quebranta faldas como la muerte hace con los párpados

(la inocencia queda en la placenta, en el frío, en la niebla,

en algún basurero oxidado a diez años de nuestro llanto)

Una mano es capaz de desmoronar los besos,

de triturar con sus dedos el calor de todos los abrazos.

Sólo espaldas frías nos dieron

 sólo dulces para cosechar la rabia,

 algunas monedas, algunos juguetes,

 algo de compasión privada para aprender el oficio

 de fermentar en silencio nuestra amargura,

y seguir visitando a nuestros tíos,

y seguir viviendo con nuestros padres,

y seguir la cansada rutina de sonreír al esposo de nuestra madre,

y guardar los cuchillos bajo la almohada 

                                  como un gran secreto familiar.

Allí está el retorno, 

en la voz del sacerdote al dictar la misa,

en las lenguas artríticas de viejas que gritan:

«aleluyamén, diosbendiga, ruegapornosotros

y niñaustedtienelaculpa, muy cortita la falda,

porque el hombre es hombre y el diablo es diablo»

Sólo vientres rotos nos dieron,

 una cita con bisturíes en el quirófano:

 la doble sentencia de ser culpables

 por extraviar nuestra infancia

 en algún hematoma de la memoria.

Nos escupieron el rostro,

nos dejaron masticando sus muertos,

nos obligaron a parir a sus hijos,

cultivaron la ceguera en sus reinos,

y nos cerraron la puerta con doble llave,

nos espiaron desde las ventanas tranquilamente

y nos vieron contar una por una

las arrugas que nos escribieron en la sangre.

«Tenemos los padres que nos merecemos

  engendramos los hijos que nos hemos ganado»

Este beso que nos damos

puede ser la pólvora que llegue al pecho de cualquier hombre,                                                                                      

esta humedad entre tus dedos: sílabas extrañas para decir la tiniebla.

«El hijo que tengamos será crucificado en el odio de los hombres

                                                        o será el martillo que golpee los clavos»

El silencio no existe en una ciudad perfumada por la sangre.

Pienso en el hijo que tendré para morir a través de su mano,

en el aroma de alacranes tartamudeando en el plomo,

en la voz del padre de mi padre coagulada sobre mis ojos.

Nada entiendo de ternura a esta hora del naufragio.

Hay a través de la noche una prótesis del dolor,

un camino anfibio –terriblemente angosto–

por el cual arrastrar la conmiseración, la soledad, el insomnio.

Apenas tengo nombre para calzar el invierno

porque la noche deposita cada día su estirpe entre mis huesos.

He llegado a perseguir la sombra que mi beso deja en otros labios,

a extrañar su vacío nunca dicho, a despedir sus naves perdidas,

a repetir su paso enfermo hacia los puñales del humo.

Hoy

me veo regresar al vientre de mi madre,

hacia la primera gran herida que escribí con este cuerpo

hacia la primera lágrima que llorarían mis hijos

y aborrecerían calladamente mis nietos.