Raquel Lanseros -Epaña-

Jerez de la Frontera 1973, poeta, traductora, antóloga y profesora de Universidad. Su último libro de poesía, Matria, obtuvo en 2019 en España el Premio Nacional de la Crítica y el Premio Andalucía de la Crítica. Ha publicado también en España los libros de poesía Leyendas del Promontorio, Diario de un destello, Los ojos de la niebla, Croniria y Las pequeñas espinas son pequeñas. Su obra poética hasta 2016 ha sido reunida íntegramente en el volumen Esta momentánea eternidad. Poesía (2005-2016). Asimismo, es autora de doce libros de poesía publicados en Francia, Estados Unidos, Colombia, Argentina, Italia, México, Portugal, Marruecos, Perú y Puerto Rico. Ha sido también galardonada con el Premio Unicaja de Poesía, un Accésit del Premio Adonáis, el Premio de Poesía del Tren, el Premio Antonio Machado en Baeza y el Premio de Poesía Jaén. En el campo de la Literatura Infantil y Juvenil, ha publicado en 2019 con la editorial Edelvives un álbum ilustrado titulado Himbu, el pequeño pintor. Como traductora, destacan sus versiones de Edgar Allan Poe, Lewis Carroll, Sylvia Plath o Louis Aragon. Doctora en Didáctica de la Lengua y la Literatura, es autora asimismo de numerosas publicaciones académicas en el ámbito de la poesía, los estudios de género, la transversalidad del conocimiento y la traducción.

             INVOCACIÓN  

Que no crezca jamás en mis entrañas

esa calma aparente llamada escepticismo.

Huya yo del resabio,

                     del cinismo,

                              de la imparcialidad de hombros encogidos.

Crea yo siempre en la vida

crea yo siempre

             en las mil infinitas posibilidades.

Engáñenme los cantos de sirenas,

tenga mi alma siempre un pellizco de ingenua.

Que nunca se parezca mi epidermis

a la piel de un paquidermo inconmovible,

                                                            helado.

Llore yo todavía

   por sueños imposibles

      por amores prohibidos

         por fantasías de niña hechas añicos.

Huya yo del realismo encorsetado.

Consérvense en mis labios las canciones,

muchas y muy ruidosas y con muchos acordes.  

                  Por si vinieran tiempos de silencio.

                    CONTIGO

Porque no vive el alma entre las cosas

sino en la acción audaz de descifrarlas,

yo amo la luz hermana que alienta mis sentidos.

 

Mil veces he deseado averiguar quién soy.

 

Después de tantos nombres,

de tanta travesía hacia mi propia brújula,

podría abrazar la arena durante varios siglos.

Ver pasar el silencio y seguir abrazándola.

 

No está en mí la verdad, cada segundo

es un fugaz intento de atrapar lo inasible.

La verdad no está en nadie, y aún más lejos

yace del rey que de cualquier mendigo.

Si alguien está pensando en perseguirla

no debe olvidar esto:

el fuego ha sido siempre presagio de declive

como la intensidad antesala de olvido.

 

Cuando mis ojos vuelvan al origen,

pido un último don.

                          Nada más os reclamo.

Poned en mi sepulcro las palabras.

Las que dije mil veces

y las que habría deseado decir al menos una.

 

Guardad en mi costado las palabras.

Las que usé para amar,

las que aprendí a lo largo del camino,

las primeras que oí de labios de mi madre.

 

Envolvedme entre ellas sin reparo,

no temáis por su peso.

Pero cuidad con mimo la palabra contigo.

Tratadla con respeto.

Colocadla

         sobre mi corazón.

La verdad no está en nadie, pero acaso

las palabras pudieran engendrarla.

 

Quizá entonces aquel a quien dije contigo

y para quien contigo fue toda su costumbre,

se acostará a mi lado con ternura,

juntos en el vacío más sagrado,

cuando la eternidad toma nuestra medida,

cuando la eternidad se pronuncia contigo.