Poeta y escritor, nació en San José, el 5 de marzo de 1952. Ha publicado en periódicos y revistas nacionales y extranjeros; algunas antologías hispanoamericanas recogen parte de su obra. Es miembro de la Asociación de Autores de Obras Literarias, Artísticas y Científicas de Costa Rica.
Fundador del grupo Oruga, Taller del lunes, Directivo de la Editorial Costa Rica (1981-1982). Coordina actividades literarias en el Hotel Laguna en Tortuguero.
Ha asistido al Congreso Centroamericano de Escritores, Guatemala (1985), al Festival de Artes Escénicas y Jurado en Casa de las Américas, Cuba (1986). Festivales de Poesía: Bogota (1992 y 2003), Costa Rica (03, 04,05), Granada (2004 y 2005), Rosario, Argentina (2004).
Ha publicado las obras: El abecedario del Yaquí, (1981); La voz del Caracol, (1988); Cuajiniquil, (1975); El domador, (1973); Kotuma, la rana y la luna (1984); De azul el mar (2004) y Cardumen (2004).
Ha recibido los premios: Premio Universitario de Cuento 1971 con El domador (Universidad de Costa Rica); Premio Carmen Lyra 1981, Editorial Costa Rica con El abecedario del Yaquí; Premio UNA-PALABRA 1984 con Kotuma, la rana y la luna. Premio Aquileo J. Echeverría 2004 en poesía con De azul el mar.
Busco trabajo
Busco trabajo, señor.
Apenas se nadar un poco
y me aprieta la muerte las axilas.
Tengo miedo,
la sangre me hierve en el camino.
Busco, sabe usted,
profundo en las raíces,
y tengo flujo de mar entre las venas.
He buscado el agua, solamente
para limpiar mis dedos.
Tengo amigos también que se han marchado.
Si usted quiere
yo nado,
pienso,
a veces también lloro,
puedo sumergir entre las piedras
y ser buen compañero.
En el fondo del mar hay un potrero
En el fondo del mar hay un portero.
La corriente, como el viento en los pastizales,
mueve las verdes algas.
Ahí pastan, diminutos y briosos,
mil caballitos de mar.
– Un día quise tener uno – dice Juan.
Oculto tras una piedra, esperé el paso de la manada.
Al oír el trote de sus patas en la corriente
lancé mis redes.
Atrapé al más pequeño. Daba tirones en las cuerdas,
pero no pudo escapar.
Le acariciaba el lomo amarillo
en su pecera de vidrio.
El me cerraba un ojo
y llenaba de burbujas la superficie.
Nos hicimos muy amigos mi caballito y yo.
Los turistas venían a verlo,
-te ofrezco un dólar por él.
Pero nada valía tanto como su cola,
sus ojos con la dulzura de la amistad,
su trompa de flautista.
Tiempo después lo devolví a sus pastizales.
Ahora tiene la crin plateada
y relincha entre las algas.
*
Mi infancia,
costa poblada de pájaros y peces,
pequeños ermitaños caminando en las bolsas,
paso tras un cardumen,
mariposas azules,
medusas encalladas en la playa como barcos en ruina
Mi infancia,
un mar vaciado con un vaso,
tronco amarrado a voces de un naufragio.