Susana Reyes – El Salvador –

Poeta, editora, actriz, profesora. Ha trabajado como docente de lenguaje y literatura en diversas universidades y ha participado en programas de formación literaria para jóvenes y maestros. Dirige índole Editores y preside la Fundación Claribel Alegría. Imparte talleres de creación literaria para jóvenes y adultos. Pertenece al grupo literario de mujeres Poesía y Más. Ha publicado: “Los solitarios amamos las ciudades”, “Postales urbanas y Vitrales e Historia de los espejos”. 

Álbum de niñas con abuela (fragmentos)

en: Los solitarios amamos las ciudades (Índole editores, 2014)

Solo quedan las fotografías

Una aventura de sal y la cuna de tu boca

Bajo el ángel           un sueño postergado

una mano que no fue

y el abismo hecho de silencio

 

– – –

 

Recogí las postales

las fotos de niña

todas en un rompecabezas

de ladrillo y sangre

Reinventé una ciudad

a partir de tiras y lágrimas

calles empedradas, esquinas bulliciosas

Intento seguir aquí

acaricio las fotos    el recuerdo

reconstruyo…

 

– – –

La ventana

mira la ventana

detrás de ella aquel tren estacionado

aquel tren de bahareque y hueso

la claridad de octubre

 

y tu rostro en penumbra

– – –

 

Las cartas bajo la raíz del árbol

la niñez escrita en el invierno

Las noticias eran escasas

sueños de papel en un inventado anonimato

semillas de tinta y tierra en las manos inquietas.

 

– – –

 

Un perro negro cruza la calle

La ciudad y sus sonidos

se cuelan bajo mi pecho

El perro ladra y en su lenguaje

conversa con mis humillaciones

Y te recuerdo niña

en una ciudad diezmada por el tiempo

en una ciudad que pertenece a tu olvido

que de noche soñó con luces y fiestas

que no supo contener tus pasos

de colores brillantes y gotas de lluvia

de casuarinas y cunetas rotas

Una ciudad de aves canturreando

una ciudad de motores apremiantes

con niñas en bicicleta y con gaseosas

con perros y niños de polvo y ruido.

 

– – –

 

Detrás de la niña en la foto

duele el paisaje de infancia

un río corre

y en noche de invierno crece

La abuela se desvela

acariciando con su mano

el ruido que avanza

Ha de haberle tenido miedo a los puentes caídos

 

Sabe callar

cuando el corazón cruje

y se abalanza en un llanto atávico sobre ella

En la tarde sola, camina la niña en ese paisaje sepia.

Ninguna calle dijo nada de su nombre

Ninguna calle se reconocía a sí misma

Dentro de ella, se cuecen la prisa

los techos marrones     los callejones anónimos

La ciudad observa

conoce el vacío y el dolor de lo perdido

Aquí está la primera piedra

…quizás en una foto que imagina de familia

y asoma a la puerta de tres generaciones olvidadas