Tania Ramos -México-

(San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, 1984). Es Antropóloga Social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Maestra en Estudios Mesoamericanos en la Universidad Nacional Autónoma de México, especializada en estudios de la cultura maya. Resultó ganadora, en la rama de poesía, del Primer Concurso de Ediciones Digitales Punto de Partida 2018, convocado por la división de Literatura de la UNAM, por su libro: Invocaciones (UNAM), así como el Premio Nacional de Poesía Anita Pompa de Trujillo 2018, con el texto: Los ministerios del polvo. Asimismo, ha publicado Espejos (Public Pervert, 2015). Poemas suyos han aparecido en diferentes antologías y en revistas como Rio Grande Review y Letras Libres. Actualmente es coordinadora de la Licenciatura en Gestión y Promoción de las Artes, en la Facultad de Artes de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Forma parte del comité editorial de Carruaje de Pájaros.

INVOCACIONES

(Fragmento)

No somos la cal ni la ceniza de los tiempos. Apenas su gesto se inclina en nuestro cuello y ramificados brotamos luminiscencias por el Este de los ojos. Una palabra cimbra lo que funda nuestra identidad —credo irresuelto—. Habitamos una región que como testimonio tiene la piel abierta al monzón de las pequeñas cosas, lugar de los minúsculos augurios de la tarde. Ceremonia que se clava en la frontera más difusa del silencio. Y ahí, donde el cuerpo no es más objeto —ritual mismo―, es la congruencia la que anticipa su lengua bífida y nos nombra. Siempre, aquí, sobre esta tierra; desde allá, desde ese tiempo otro, ausente, que lloramos todas las mañanas.

El engaño se produce porque siempre se encuentra sentada a la orilla de un río, de espaldas al camino, desnuda y peinando su hermosa cabellera.

Perla Petrich

La mayordomía del sol apuñala nubes extraviadas.

Mi sombra,

intacta desnudez,

dibuja el agravio en el limbo certero de mi piel.

―Lentamente me descubrí allanada por tus tallos,

manos,

raíz,

ojiva de luz,

como la perfecta descripción de tus escamas,

de tus vetas derramadas en mi dorso.

Suave daga humeante,

brazos que en el crujido del aire

al cazador inhalan la extensión de su extravío.

Mi grito se esconde bajo hojas.

El humus de mi sangre se filtra en los lamentos.

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Afilo la espesura de mi piel,

frutos emergen de mi boca,

mi lengua —resina― resbala a la raíz

que conflagra tu residencia lejana.

Atrás, perdiste tu rifle y tu perro.

Infiltración silenciosa

rozo tu percepción aguda,

he comenzado a desnudarte,

en unos segundos el tepezcuintle

hallará su madriguera en tu torso sumergido en mis estelas.

Creencia,

deseo puro.

Soy la invocación de la vena sangrante

en la faz iluminada del monstruo de la tierra.