Vania Vargas -Guatemala-

Quetzaltenango, Guatemala. 1978. Poeta, narradora, editora y periodista cultural independiente. Licenciada en Letras por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Autora de los libros de poesía Cuentos infantiles (Catafixia editorial, 2010), Quizá ese día tampoco sea hoy (Editorial Cultura 2010, 2016), Los habitantes del aire (Editorial Cultura 2014, 2016) y Señas particulares y cicatrices (Catafixia editorial, 2015), libros de los cuales han salido algunas selecciones publicadas en Chiapas, México (Public Pervert, 2012); Puerto Rico (Espejitos de papel, 2013) y Montevideo, Uruguay (Yauguru, 2018) así como la reunión de poemarios bajo el título Relatos verticales, (Casa Círculo Cultural de Redwood City, San Francisco, California, 2016; El Pensativo, 2019) En narrativa ha publicado Después del fin (El Pensativo, 2016) y Cuarenta noches (Sophos, 2018). Es parte de las antologías Microfé: poesía guatemalteca contemporánea (Catafixia editorial, 2012), El futuro empezó ayer, apuesta por las nuevas escrituras de Guatemala (Catafixia editorial, 2013) y Ni hermosa ni maldita, narrativa guatemalteca actual (Alfaguara, 2012). Es, además, coordinadora de los libros de ensayos Nuevo Signo: siete poetas para nombrar un país (Editorial Cultura, 2018); y Luz: trayecto y estruendo -una aproximación colectiva a su legado literario (2019). Ha sido invitada a la FIL Zócalo (2012) y la Feria del Libro de Panamá (2016), así como a los departamentos de Español de la Universidad de Stanford, en San Francisco, California (2015), y la Universidad de Copenhague (2016), donde compartió su trabajo. Ha participado, también, en los Festivales Internacionales de Poesía de Granada, Nicaragua; Quetzaltenango; el latinoamericano de poesía, Ciudad de Nueva York; y el de Medellín (2020). En 2017 fue invitada para presentar su obra en el marco de las celebraciones del día del libro del Distrito Metropolitano de Quito a través de la Red de Bibliotecas Metropolitanas. Y en 2018 representó a Guatemala en la mesa centroamericana organizada por el Festival “Centroamérica Cuenta” en la Feria del libro de Guadalajara.

Adentro Isabel está llorando

Busca un papel / encuentra un lapicero

trata de decir qué es lo que le duele

sin sollozos

sin tener que taparse la nariz / esconder la mueca

entonces escribe / la mano tiembla

la letra es firme / apresurada pero firme

podría estar escribiendo ahorita mismo

con una gran sonrisa  / en medio de una carcajada

y la letra sería igual / apresurada / sí / pero firme

pero ahorita Isabel está llorando

llora como si riera en silencio

y escribe

 

Dice que está triste

pero quiso decir que traga y su saliva tiene filo

que viene de un viaje de días que duró minutos

que cuando camina hacia atrás le falta el aire

que no entiende la sal y el ahogo sin ser este el mar

que puede haber horizonte y vacío dentro de tanto encierro

que cuando sale camina detrás de un perro que la lleva de vuelta a su vómito

que avanza por terreno desconocido con la luz apagada

que sus pasos van hacia atrás y por eso no ve nada

solo siente / vuelve a sentir

que en el principio hubo un dolor

que se tropezó con él en la calle

lo abrazó / lo adoptó / lo soltó en su cuarto mientras dormía

y lo encontró a media noche apretándole la garganta

 

Lo quiso decir así / firme / apresurado pero firme

y dijo que estaba triste

y las ondas de la gran explosión que la hizo pedazos

que la convirtió en seis letras esparcidas por ese papel

lo dijeron todo como un gran eco

mientras ella sostenía un lapicero rojo

se escondía la mueca

lloraba como si riera en silencio de algo que recordó

que nadie más entendería

 

Me acerqué / la abracé / no le dije que eso pasa

que es normal a esa hora final de la noche

cuando todos los semáforos de la ciudad parpadean lento

con su gran ojo amarillo

 

Ella dijo gracias como si hablara contra la almohada

no pidió que no la soltara

se asfixió las ganas de preguntar viéndome a los ojos

si alguna vez / como en ese instante

había apretado contra mi pecho tanto dolor

 

Y nos quedamos calladas.

 

 

Quizá tengás razón

Padre

 

De haber seguido el camino que me señalaste

no me subiría a este autobús todas las mañanas

ni me pondría triste cada vez que enfilo la avenida

y miro a los árabes en la puerta de sus almacenes

vacíos aún

ni pensaría en vos / detrás de tu mostrador

acostumbrándote a mi ausencia

 

Me traje el sonido de las persianas

es el que me raspa cuando se abre este vacío

que ya no se traga deseos

sino sólo kilómetros y días

que acumulo de ida y vuelta

en el mismo lugar

 

Esta ciudad / espiral

que por las mañanas

desde todos los novenos niveles

se convierte en los pedazos de algo

que nadie ha querido armar

y por las noche

en una inmensa brasa encendida

que delata el infierno

donde antes de dormir

hay que sacarse

con agradecimiento

los pedazos de belleza

que nos quedan en las uñas

 

Pero era esto o seguir imaginando la vida

como algo que no se mira

a través de una ventanilla sucia

 

Esto o seguir creyendo que en otro lado

las casas también son tibias

que solo el agua nos ahoga

que solo Sylvia y los gatos

pueden morirse tantas veces

 

Le aposté la calma

a la vida que imaginaba

La perdí

y aprendí la lección

 

La próxima vez

apuesto el miedo